Rubén Norberto Bruno nació en Buenos Aires el 9 de agosto de 1958.
Quedó en la historia por haber marcado el gol del 1:0 ante Argentinos Juniors, en el partido que consagró a River Plate campeón en el año 1975 después de 18 años sin títulos.
El junto a todo el grupo de jugadores que reemplazaron a los profesionales no tuvieron una carrera fructifera a pesar de lo que habian logrado.
En el año 1977 el club lo dejó libre, pasó a jugar en Los Andes en la B. Fuen a jugar en Chile 2 años y al regresar al pais jugó en equipos menores retirandose de la actividad profesional a los 24 años de edad.
Como fué que llegó Rubén desde sus inicios en el club hasta esa feliz y efimera consagración?
Rubén tenía 10 años, y ese hombre, un inquilino de la madrina del padre, conversaba de fútbol y hasta hacía promesas: “No te preocupés que a Racing le ganamos con los dos puntas”. Ese Racing era el invicto de 39 partidos, el “Equipo de José”. Y ese hombre de las tertulias, Renato Cesarini, el entrenador de River. “Y un día Renato le preguntó a papá si no quería que me mande a una prueba al club. Papá no puso objeciones y a los dos o tres meses me llegó una carta citándome al Monumental para que vaya a probar aptitud. Gracias a Dios quedé y ahí hice todo el camino hasta Primera”, rememora y admite que a esa edad “no tenía ni idea de quién era Cesarini”, al que ilustra como “un libro abierto de fútbol”. ¿La promesa? Renato la cumplió. River ganó 2-0 con goles de sus puntas, Oscar Pinino Más y Luis Cubilla.
Así comenzó su largo recorrido en las inferiores de River Plate. Con su categoría, la ‘56, fue campeón en 8ª, 7ª, 6ª y 3ª. La vida lo trataba sin mayores sucesos por entonces, como se supone la de cualquier pibe de 18 ó 19 años. Su gran éxito a la fecha había sido llegar a la Tercera con edad de Sexta. “Todo fue normal hasta ese día”, dijo alguna vez. Y con ese día se refiere al 14 de agosto de 1975. Era jueves y junto a sus compañeros de Reserva se presentaron a entrenar como en cualquier otra jornada. Lo que no sabían era que por esas horas había estallado una huelga para solicitar en Agremiados la creación de un Estatuto del Futbolista Profesional, en lo que fue la última gran lucha en la que se embarcaron los jugadores argentinos.
A las 10 de la mañana y sin mediar mayores explicaciones, los amateurs fueron llevados a la concentración del Monumental. Recién al mediodía recibieron los primeros avisos sobre la situación: “Hay una posibilidad de que ustedes representen al club esta noche, porque hay una huelga de jugadores”, les explicó un dirigente que a las 6 de la tarde regresó para confirmar la noticia. La comisión directiva puso la decisión de jugar en manos de los propios jugadores, un total de 20, que llamaron a unas brevísimas elecciones que se definirían por mayoría simple: ganó el “sí” 19 a 1; sólo Rubén Cabrera, que ya había entrenado con Primera, se opuso. De aquella veintena de amateurs, también el arquero Alberto Pedro Vivalda tenía experiencia con los profesionales. Aunque lo sabrían luego y la malaria se extendería a casi todos por igual, para el arquero “fue el ‘sí’ más caro de su vida y su historia, pobre. “Lo mataron. A Beto lo mataron. Le costó ca-rí-si-mo”.
Mientras se consumían las horas de la tarde, los partidos se iban suspendiendo. Apenas cuatro de diez se disputaron, todos ellos con jugadores de las divisiones inferiores. Vélez le ganó 3-0 a Colón; Racing, que presentó un combinado con jugadores principalmente de Octava y Novena, cayó 10-0 ante otro semi profesional de Rosario Central; y Boca hizo lo propio con All Boys (7-0). Pero el último de la jornada, el más importante, el que iba televisado, el que podía definir el campeonato, era el de River. Y no era cualquier campeonato. Habían pasado 17 años y ocho meses desde el último título conseguido por los de Núñez, el de 1957, el de su primer tricampeonato.
Entonces, luego de la votación, Bruno y sus compañeros emprendieron a las 18:45 el viaje hacia el Estadio de Vélez Sarsfield, evitando al público fuera, escurriéndose por un pasaje ubicado a un costado del departamento médico del club y escoltados en el camino por cuatro patrulleros y dos motos.
Como fue el gol? Norberto Bargas lanzó un pelotazo que el defensor de Argentinos Ricardo Próstamo quiso neutralizar con un sombrerito inexacto, que anticipó aquella pelota con su cabeza, que la mató con la izquierda y que con la misma izquierda, con todo el arco a su merced, definió con la cara interna, suavecito, preciso, para que cualquier esfuerzo del arquero Norberto Díaz resultara inútil, para poner el 1-0. Para hacer el gol. Su gol. La gente que colmó el campo de juego, que alzaba en andas y desnudaba a sus pequeños ya convertidos en héroes, que se comían el pasto, que luego en la calle, sobre la Avenida Juan B. Justo, “a mano sacaban los coches. La gente levantaba los autos para que pasara el micro. Una cosa nunca vista”.
Esa noche significó un quiebre total no sólo en su carrera, sino en la de todos los que decidieron jugar a pesar de la huelga. Los de River y los de Argentinos. A pesar de que el reclamo en Agremiados resultó exitoso –al día siguiente llegaron a un acuerdo, levantaron la huelga y el domingo ya jugaron la última fecha, la 38 ª , los profesionales–, la marca de aquella jornada no se la pudieron borrar jamás. “Vivalda me dijo años más tarde que las dos listas de los dos equipos, de Argentinos y River, estuvieron en la puerta de Agremiados durante mucho tiempo. Como diciendo estos jugadores no pueden jugar. Los rompehuelgas, carneros”, denuncia Bruno cuando se le trae a la mesa una frase que dijo hace un tiempo ya: “Haber jugado ese partido nos perjudicó”.
-Hubo una nota que hice yo a los 10 años del gol y también un profesional que estaba en ese equipo, y él decía: “Van a pasar más de 100 años y sigo pensando lo mismo: fueron carneros”. Es decir, carnero, la banqué porque era pendejo. Pero ahora no me la voy a fumar. Yo no fui carnero. Yo era amateur y jugué. Pero a nosotros no nos perdonaron haber dado la primera vuelta olímpica. Ellos surgieron de la huelga y se quedaron en Primera y ganaron plata toda su vida jugando al fútbol. Es al día de hoy que le preguntás a uno en especial, no voy a decir el nombre, y te va a decir: “Son carneros”.